Estoy delante de vos y quise hablarte, pero mi boca no tiene voz, se han marchitado las palabras, entonces, te ofrecí mis silencios reverentes.
Porque frente al sufrimiento, se pone de manifiesto lo que está, en el corazón... Porque el sufrimiento es ineludible en esta vida y es el crisol, que purifica el alma.
De cara al sufrimiento, se conocen los amigos, esos amigos que no los compra el dinero, ni los acomoda el beneficio. Porque en el sufrimiento sólo están los verdaderos amigos.
De cara al sufrimiento se puede perder la dignidad, pues el sufrimiento nos humilla y nos pone frente a la realidad de nuestra finites y la fragilidad de la vida. Pero también el sufrimiento, puede hacer surgir los valores más nobles y magnificar esa humanidad que adquiere una suprema fortaleza en su debilidad.
Es cuando encaramos el sufrimiento cuando se nos revela el rostro de Cristo, en todo su humanidad, en toda su divinidad, es cuando contemplamos como el mismo Redentor enfrentó el sufrimiento en la cruz y a los pies de esa cruz a su Madre, no maldiciendo, ni renegando, sino aceptando en un silencio reverente.
De rostro al sufrimiento, se nos revelan esas cosas que no entendemos, pero si las guardamos a ejemplo de María, en el corazón, en su momento las comprenderemos y sabremos que propósito han tenido en nuestra vida.
De cara al sufrimiento, no pocas veces nos visita la soledad e instala su morada en nuestra vida, pero hemos de verla como una bendición, pues es en esa soledad, donde veremos actuar, la mano de Dios.
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