Quien ha sido arrullado,
por los brazos de una madre,
es seguro que conoce,
el reflejo de la mirada de Dios.
Por eso yo te llevó desde niño
en lo profundo de mi corazón,
has sido mi fortaleza,
en los momentos de desolación
y eres quien ha propiciado
esos momentos de gozo
y contemplación.
Yo percibo en todos lados
tu presencia y aunque mi fe,
carece muchas veces de consistencia,
en tu infinito amor me tienes paciencia
y siempre sales a mi encuentro,
con los brazos abiertos.
Por eso yo creo en ti
y escucho tu voz cada mañana,
una voz con ese timbre inequívoco,
pues tiene ese tono de misericordia
y esa música de Dios que pone a
vibrar las cuerdas de mi alma.
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