Jesús duerme el sueño infinito, que en él encuentra finites, duerme en el sueño de la muerte, muerte que en esa noche es vencida...
En esa noche de la fe, la noche que todo creyente vivirá, la noche del silencio de Dios, silencio que pesa como sombra, noche en la que la soledad es la única compañía.
En esa noche de la fe, el espíritu se purifica, porque pasa por el fuego que quema sin consumir, porque el alma presisa ser purificada para que se de el encuentro.
En la vigilia de la fe, el creyente ora y vela, porque sabe que es la única forma de doblegar la carne, carné que evita cualquier sacrificio, porque va en contra de su naturaleza, pero el espíritu gime y espera.
Son muchos los que siguen al Redentor en su pasión, más no lo siguen a su resurrección, se quedan en la cruz y se niegan a ser testigos de la tumba vacía y más aún a encontrarse con el resucitado.
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