(A Jesús Nazareno de los Milagros)
Entre nubes de incienso con paso cadenciado sale el anda,
con una solemnidad que estremece el alma…
“Oh dulce Jesús mío, perdón, perdón” es un canto que toca
el corazón y provoca lagrimas de emoción.
El anda se mece cual si fuera olas en el mar…Mar de almas
que esperan redención, redención que es ganada con precio
de sangre, sangre que el Hijo del Hombre ofrece como
ofrenda de expiación.
Con la frente ceñida por una corona de espinas y el chitón rasgado, con su rostro viendo con dulzura hacia un lado,
quien contempla el paso de la procesión se siente observado
y amado por el nazareno.
Él, el varón de dolores mi Jesús Nazareno de los milagros,
devoción de mi padre, ante quien muchas veces lo vi arrodillarse y decirme: No me arrodillo frente a la imagen,
sino frente a quien representa.
Él, el cordero de Dios que expía los pecados del mundo,
él, el Rey de reyes, el señor de señores, el amor de los amores,
el Cristo viviente que se manifiesta al corazón y a la mente
de quien le busca.
El, el nazareno de los milagros, el que lleva una herida profunda en el hombro y aun así no vota su cruz,
para enseñarnos que cuando se ofrenda amor,
muchas veces duele, porque el amor es redentor.
Oxwell L’bu copyright2014
Imagen: Internet
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