lunes, 15 de enero de 2024

“Memorias de Esquipulas I”


 “Mis Memorias  De Esquipulas”

Como quien busca una aguja en el pajar, así los niños empezaban a buscar, el rastro de la mano o el pie, que hacía un año, dos o una década, los papas habían marcado en uno de los ladrillos, al exterior del templo.  El papa aseguraba que era ese el ladrillo en el suelo donde había marcado el pie del niño y puesto el nombre, pero entre aquella legión de piecitos y manos marcadas cualesquiera podían ser…  

Salíamos en el autobús, pasado del medio día, rumbo a  la “Capital de la Fe Centroamericana” Esquipulas.  Los papas con fe y devoción, los patojos con la ilusión de hacerse de un nuevo juguete artesanal y ponerse el sombrero coronado de guirnalda de eternas primaveras,  Mas lo cierto es que el viaje tardaba alrededor de cinco horas, haciendo paradas en diferentes puntos donde vendían aguas en bolsa, así como las empanadas de los locos, perdón quise decir de Loroco y otras chucherías.

Poco a poco caía la tarde, hasta que todo se tornaba obscuro, lo cual invitaba a dormir a los patojos; luego de algunas horas por fin a la distancia se divisaba, el templo, cual perla resplandeciente, en medio de la espesura de la llanura de las montanas, en ese preciso momento los papas despertaban a los patojos para que la vieran.  Al llegar a Esquipulas, lo primero que hacían los papas, era asegurar un lugar donde pasar la noche, mientras a los patojos se les iban los ojos mirando los juguetes, los dulces, las chucherías y los juguetes que se exhiben en los puestos de ventas a lo largo de las calles.

Una vez instalados, en familia se dirigían a la Basilia donde se encuentra la imagen del Señor de Esquipulas.  La belleza e imponencia del templo barroco, impacta desde el primer momento, pero al entrar al templo un ambiente místico y de solemnidad hace que se encoja el corazón y que el alma empiece a levitar.  Las miles de velas prendidas, cada una siendo una plegaria de luz, dando gracias o haciendo una petición.  Los rezos, los cantos y ese calor humano hacia que incluso los patojos se compenetraran en esa búsqueda del rostro de Cristo, el Cristo Negro de Esquípalas.  Luego de presentar sus oraciones, se hacia la cola respectiva para pasar cerca a contemplar la imagen.  En este recorrido se podía apreciar, miles de placas, fotos y notas donde se expresaba la gratitud por los milagros recibidos. Al llegar al atrio se podía contemplar la bella imagen de color moreno, la cual debe su color no solo al tipo de madera con la que fue tallado, sino también al humo que despedían las miles de velas que con fe eran ofrecidas al Señor de Esquipulas.  Aquel era un momento profundo, místico y lleno de un ¡No se qué! que se quedada grabado en el alma.  

Al día siguiente, se degustaba de la comida típica del lugar, se recorrían los kioscos que se desplegaban a lo largo de las calles, los patojos con gusto se ponían sus sombreros coronados de guirnaldas multicolores, se compraban imágenes, rosarios, estampitas en fin, luego se dirigían nuevamente al templo, para ir a buscar la huellas del pie o la mano de tiempo atrás se había grabado en los ladrillos del piso de la parte exterior de la iglesia.  Después se iba a escuchar misa, se hacia una oración por cada miembro de la familia, para luego ir uno de los jardines exteriores del templo, donde un sacerdote bendecía a las personas con agua bendita, así como los objetos que habían comprado, como un recuerdo patente de la visita a esta tierra santa.           

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